“Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran”
Romanos 12:15
EL TROCITO DE PORCELANA BLANCA
Un día, cuando tenía unos nueve años, mi mamá se fue a la ciudad y me dejó al cuidado de mis hermanos mayores. Tan pronto se había ido, corrí hacia su dormitorio y abrí su armario, para revolver en él.
Allí en el cajón de arriba, entre ropas suaves y perfumadas había un pequeño joyero de madera. Me sentía mágicamente atraído por sus tesoros. Allí estaba el anillo de rubíes, que mamá había heredado de su tía predilecta; había caravanas de perlas, que en algún momento habían sido de mi abuela; estaba el anillo de casado de mamá, el cual ella muchas veces se sacaba porque le molestaba al trabajar en la granja. Me probaba todas estas joyas y me imaginaba lo lindo que sería ser una mujer tan bella como mi mamá y poder poseer cosas tan lindas.
Fue entonces que descubrí algo que estaba escondido detrás del forro suave del joyero. Era un diminuto trozo de porcelana blanca. Lo tomé y lo daba vuelta con mis dedos. ¿Por qué guardaba mamá este trozo de porcelana roto? El trozo brillaba calladamente, sin entregar su secreto.
Algunos meses más tarde yo estaba poniendo la mesa para la cena, cuando nuestra vecina Marga golpeó la puerta. Mi mamá, que estaba revolviendo algo sobre la cocina, la llamó diciendo que entre. Marga vió la mesa y dijo; ¿Van a recibir visitas? Entonces no voy a molestar, paso en otra oportunidad.
- No, no, quedate. No esperamos a nadie– respondió mi mamá.
- Pero, –preguntó Marga– esta es tu loza más linda, ¿verdad? Yo ni les dejaría a mis hijos poner la mesa con mi loza más linda.
Mamá sonrió. –Hoy tenemos la comida favorita de la familia. Si puedo usar la loza más linda para las visitas, ¿por qué no usarla también para los seres queridos?
- ¡Pero, esa loza tan linda!– Respondió Marga.
- Y, qué, si se quiebra algo de esa loza, ¿qué hace? Sería un precio reducido por la alegría, que disfrutamos al comer de esa loza. Y además, cada trozo y cada fisura puede contar una historia...
Mi madre abrió el armario de la loza y sacó un plato, que tenía varias fisuras y que estaba pegado. - Este, por ejemplo, se cayó cuando después del nacimiento de Mark volví con el bebé del Hospital. ¡Que frío hacía esa tarde! Judy entonces solo tenía seis años, pero quería ayudar. El plato se resbaló de su mano, cuando lo trataba de poner para enjuagar. Al principio me puse muy triste, pero después me decía a mi misma: No voy a permitir que este plato roto me arruine la alegría del recién nacido! Además todos nos divertimos de juntar los pedazos y pegarlos nuevamente.
La vecina Marga aún no parecía muy convencida.
Después mamá sacó otro plato del armario. –¿Ves este pequeño trozo que saltó de aquí? Eso pasó cuando tenía diecisiete años.–Su voz se puso especialmente tierna y suave– Un día mis hermanos necesitaban ayuda para entrar el forraje y para eso emplearon a un joven. Era delgado, musculoso, tenía cabello rubio y una sonrisa maravillosa. Mis hermanos pensaban que era agradable y lo invitaron para comer con la familia. Cuando estaba sentado a mí lado en la mesa y me sonrió, casi me desmayo. –Mamá se ruborizó y siguió hablando más rapidamente– Y si, él me alcanzó su plato y me pidió que le sirviera algunas papas, pero yo estaba tan nerviosa, que golpeé el plato con el cucharón.
La vecina gruñó: - Eso no me parece un recuerdo lindo.-
- Pero si– dijo mamá– cuando el joven se despidió, tomó mi mano y puso en ella un pequeño trozo de porcelana. No dijo ninguna palabra, sino me regaló una de sus sonrisas maravillosas. Un año más tarde nos casamos. Y desde ese día siempre tengo que sonreir cuando veo este plato.
Mamá captó mi mirada sorprendida y me hizo una guiñada. Después devolvió el plato a su lugar, bien atrás de todos los demás.
Yo no podía olvidar la historia y en la primer oportunidad volví a entrar en el dormitorio de mamá y comparé el trocito de porcelana con la parte que faltaba en el plato. Así como había advertido, era exactamente como lo que faltaba, y ahora sabía, por qué mamá estaba guardando ese trocito de porcelana tan cuidadosamente con el resto de sus joyas. Cuidadosamente y con mucho respeto devolví el trocito a su lugar.
La historia de amor que comenzó con este trocito ya perdura por 54 años. Hace poco una de mis hermanas le pidió a mamá, si un día podría heredar el anillo con los rubíes. Mi otra hermana ya mostró interés por las caravanas de perlas. Por mi parte me gustaría tener el tesoro más preciado de mamá, el recuerdo a una historia de amor extraordinario: ese trocito de porcelana blanca.
Bettie B. Youngs
EL PODER DE LA PALABRA
Las palabras no se las llevan el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente. Las palabras curan o hieren a una persona. Por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio. Piensa en esto y cuida tus pensamientos, porque ellos se convierten en palabras, y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino. Piensa muy bien antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz. De las palabras depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra.
Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca.
Las palabras tienen mucha fuerza, con ellas podemos destruir lo que hemos tardado tanto tiempo en construir.
¿Cuántas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar algo por lo que hemos luchado, cuántas veces una palabra de aliento tiene el poder de regenerarnos y darnos paz?
Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado algo edificante. Con el uso de expresiones agresivas, lastimamos a las personas provocando heridas creando resentimientos y dolor, que se volverán contra nosotros.
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado papel y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado.
Las palabras son la manifestación de nuestro mundo interior, al cuidar de nuestro lenguaje purificamos nuestro mundo interior. Muchas enfermedades son el producto de nuestros pensamientos desequilibrados. La violencia, las mentiras, el resentimiento y tantas otras cosas existen y conviven con nosotros en este mundo. Ante ello tenemos que cultivar cualidades de amor, verdad y gratitud, creando un sólido mundo interior en donde la bondad y la verdad brillen.
Una palabra amable: puede suavizar las cosas.
Una palabra alegre: puede iluminar el día.
Una palabra oportuna: puede aliviar la carga.
Una palabra de amor: puede curar y dar felicidad.
Una palabra irresponsable: puede crear discordias.
Una palabra cruel: puede arruinar una vida.
Una palabra de resentimiento: puede causar odio.
¡Las palabras son vivas! ¡Bendicen o maldicen, Alientan o abaten, Salvan o condenan!
“Si todas nuestras palabras son amables, los ecos que escuchemos muy posiblemente también lo serán.”
De ti depende si las usas para bien o para mal, tanto para ti como para los demás.
Cuida tus palabras ellas tienen poder. Habla de tal manera que en tu alma y en la de los demás produzcan Paz (Autor Desconocido).
Filipenses 4:8-9 dice: Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mi, esto haced, y el Dios de paz estará con vosotros. (Vea también Gálatas 5:16-24)
Hospital Evangélico en Radio Trans Mundial
Todos los miércoles desde las 22:05 hasta las 22:15 hs. Radio Trans Mundial (CX 4 Radio Rural AM 610) transmite un programa de Hospital Evangélico.
Vale la pena escucharlo!